La detección temprana no solo le permite al médico veterinario iniciar la terapia en las primeras etapas de evolución de una enfermedad sino que también constituye una herramienta sumamente valiosa a la hora de erradicar trastornos hereditarios.
Debido a esto se presta cada vez mayor atención a las enfermedades genéticas específicas de una determinada raza. Buenos ejemplos son la Miocardiopatía hipertrófica felina y la endocardiosis valvular canina.
La miocardiopatía hipertrófica felina es la forma más común de enfermedad cardíaca en gatos. Hay evidencia de que algunas formas son hereditarias. Sin embargo, también pueden desarrollarla sin una predisposición genética, o ser secundaria a otras enfermedades como hipertiroidismo o hipertensión sistémica (1). Se han identificado mutaciones genéticas específicas tanto en gatos Maine Coon como Ragdoll. La presencia de dicha mutación aumenta el riesgo de desarrollarla. Sin embargo, la correlación entre las mutaciones genéticas y el desarrollo de miocardiopatía hipertrófica no es 1:1. Es decir, no todos los gatos con las mutaciones genéticas desarrollan MCH, y no todos los gatos Ragdoll o Maine Coon que desarrollan MCH poseen la mutación(2). Por lo tanto, es probable que otros factores genéticos jueguen un papel en el desarrollo de la enfermedad, además de factores medioambientales.