Ojo seco: una problemática creciente que desafía a la oftalmología

En los últimos años el síndrome de ojo seco se consolida como una de las tres principales causas de consulta oftalmológica a nivel mundial. Ya no se trata únicamente de una molestia leve, sino de una condición compleja, crónica y multifactorial que impacta significativamente en la calidad visual y de vida de quienes la padecen.
Aunque históricamente se vinculó al envejecimiento, hoy el ojo seco afecta también a adultos jóvenes, sobre todo quienes trabajan muchas horas con dispositivos digitales o en entornos cerrados.
¿Por qué crece el diagnóstico de ojo seco?
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Mayor uso de pantallas, que disminuye el parpadeo espontáneo.
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Calefacción y aire acondicionado, que favorecen la evaporación lagrimal.
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Cirugías refractivas y de cataratas, que pueden inducir o agravar el ojo seco posoperatorio.
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Enfermedades sistémicas como diabetes, autoinmunes o dermatológicas.
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Cambios hormonales posmenopáusicos.
Síntomas habituales
Los pacientes con síndrome de ojo seco suelen presentar sequedad ocular, ardor, picazón, sensación de cuerpo extraño o “arenilla”, así como lagrimeo paradójico, que aparece como respuesta refleja a la irritación. También es frecuente la visión borrosa de carácter fluctuante y una sensación constante de cansancio ocular, especialmente al final del día o tras exposiciones prolongadas a pantallas.
¿Cómo se trata el ojo seco en 2025?
El tratamiento del síndrome de ojo seco es escalonado y se adapta a la causa principal y la severidad del cuadro. El objetivo es aliviar los síntomas, controlar la inflamación y restaurar el equilibrio de la película lagrimal.
Se combinan distintas estrategias:
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Lágrimas artificiales sin conservantes, enriquecidas con ácido hialurónico, trehalosa o lípidos, según el tipo de deficiencia. Los geles y ungüentos se reservan para la noche por su mayor permanencia.
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Tratamientos antiinflamatorios como ciclosporina o lifitegrast, que actúan sobre la respuesta inmune. En algunos casos se utilizan corticoides oftálmicos en ciclos cortos o doxiciclina oral a bajas dosis, especialmente en ojo seco evaporativo.
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Manejo de la disfunción de glándulas de Meibomio (DGM), con higiene palpebral específica, compresas calientes, Omega 3 y terapias en consultorio como luz pulsada intensa (IPL), termopulsación o vapor húmedo controlado.
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Terapias complementarias, como la oclusión lagrimal con plugs, lentes esclerales terapéuticas o gotas a base de suero autólogo o PRP, se reservan para casos más severos o refractarios.
A todo esto se suman medidas ambientales y de autocuidado: evitar ambientes secos o con corrientes de aire, incorporar humidificadores, usar gafas envolventes y realizar pausas visuales durante el uso de pantallas.
Tecnología y vanguardia: herramientas clave
El avance tecnológico ha permitido que hoy el diagnóstico del ojo seco sea más completo, preciso y no invasivo. Existen dispositivos que permiten evaluar múltiples parámetros de la película lagrimal en tiempo real, como su estabilidad, grosor, osmolaridad y composición. También es posible analizar la estructura y funcionalidad de las glándulas de Meibomio a través de imágenes infrarrojas de alta definición.
Estas herramientas permiten identificar el tipo de ojo seco y detectar marcadores inflamatorios que influyen en la progresión de la enfermedad. Gracias a esta información, el abordaje puede ser verdaderamente personalizado desde la primera consulta.
Para el tratamiento:
La incorporación de tecnología al tratamiento del ojo seco ha marcado un antes y un después en la práctica oftalmológica. Hoy existen dispositivos terapéuticos que aplican calor controlado y presión sobre los párpados para desobstruir las glándulas de Meibomio y mejorar la calidad de la secreción lipídica. También se utilizan sistemas de luz pulsada que reducen la inflamación y estimulan la función glandular, así como máscaras térmicas diseñadas para el uso domiciliario con temperatura constante y segura.
Estas herramientas permiten un abordaje más eficaz, sostenido en el tiempo y adaptable a cada tipo de ojo seco, incluso en casos complejos o refractarios a tratamientos convencionales.
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